Tamara Adrián, primera diputada transexual en América
En los últimos días, en medio del aluvión electoral, un titular se ha colado (con mayor o menor protagonismo) en las portadas de los periódicos nacionales e internacionales: Tamara Adrián fue la primera transexual, en todo el continente americano, en ser elegida para ocupar una silla en un parlamento. Al ver este precedente de manera aislada, podría pensarse que Venezuela lleva el timón en materia de inclusión y reconocimiento de los derechos de la comunidad Lesbianas,Gays, Bisexuales, Transgénero e Intersexuales (LGBTI) en la región. Pero lo cierto es que, por más histórico que sea, este es un logro aislado, considerando que el Estado ni siquiera reconoce su verdadero género.
—Cuando ocurre este tipo de elecciones, que dan la posibilidad de tener un referente positivo en la política o en cualquier otra actividad, se convierte en un ejemplo y, al mismo tiempo, en un reto para el resto de las personas que, estando en esa comunidad marginada, pueden ver en ese modelo la posibilidad de no creerse el cuento de que son inferiores y que no tienen iguales capacidades. Cuando los grupos vulnerabilizados interiorizan psicológicamente esa inferioridad es el mecanismo por el cual se impone el racismo, el sexismo o la xenofobia en la sociedad —declara Adrián.
Durante años, Tamara Adrián (abogada, egresada de la UCAB con mención Summa Cum Laude) ha sido activista por los derechos de la comunidad LGBTI. Mantiene desde hace 11 años y medio un largo litigio en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) por el reconocimiento de su identidad de género. Hasta ahora, los magistrados ni siquiera han admitido su caso, un primer paso necesario para llevar adelante cualquier denuncia.
—Los grupos vulnerabilizados tienen dificultades para el acceso a igualdad de oportunidades y esa falta de igualdad se ve en el área política. Ha sido el caso de la mujer durante mucho tiempo, y todavía hoy; por eso hay que crear cuotas a favor de la mujer, en el tema racial también observamos esta misma constante.
Adrián, quien milita en el partido Voluntad Popular (VP), está empeñada en ser el factor clave que comience a transformar el imaginario colectivo, en convencer a las personas que integran su comunidad (y que se sienten inferior al resto), y los que aún la ven con suspicacia, que ella (y otros en su misma condición) están en la capacidad de participar en el espacio público y político.
—La capacidad que tiene una persona nada tiene que ver ni con su sexo, ni con su religión, ni con su eventual capacidad física, ni con su orientación sexual, ni con su identidad de género; sin embargo, para que esas personas vulnerabilizadas logren igualdad de oportunidades en temas políticos, muchas veces se tienen que enfrentar a los prejuicios. Solo en la medida que exista el compromiso de ejercer por cualquier medio ese derecho y te conviertas en ese referente positivo, cambia el imaginario colectivo. Dentro de esos proyectos que yo me he comprometido a impulsar están las leyes de igualdad para la comunidad LGBTI, el reconocimiento de la familia, el reconocimiento de la identidad del personas trans y la protección contra la discriminación, que ya por cierto existe en casi todos los países de América Latina.
Venezuela fue el primer país de América Latina, y uno de los primeros del mundo, en reconocer la identidad de las personas trans. De hecho, entre 1977 y 1982, hubo más de 150 casos de cambio de identidad de género, vía rectificación de partida o a través de amparo constitucional. Sin embargo, desde 1998 no se reconoce legalmente en el país ningún cambio de género, y las solicitudes de cambio de sexo por vía de rectificación de partida han sido declaradas inadmisibles “por ser contrarias a la ley”. Sin embargo, los tribunales nunca han aclarado a qué ley hacen referencia.
Desde 2006, en Latinoamérica se reconoce la identidad sin necesidad de una operación de cambio de sexo y se convierte en el nuevo estándar de protección que existe hoy en el continente. En México, Colombia, Uruguay, Argentina, Chile y pronto, en Bolivia, es posible el cambio de sexo en los papeles de identificación con tan solo un trámite administrativo.
—Mi compromiso en esta materia es impulsar y visibilizar esa agenda. Cuento con el apoyo de todos los diputados de Voluntad Popular que tienen ese compromiso y con otros que ya me han manifestado que están totalmente comprometidos con eso. Varios de los candidatos hoy electos me manifestaron en su campaña el compromiso por la igualdad.
El cardenal Jorge Urosa Savino, arzobispo de Caracas, fue una de las figuras más críticas a la candidatura de Tamara Adrián, quien se aleja de los preceptos conservadores de la iglesia católica y es considerada como “una piedra en el zapato” para quienes evaden los temas del aborto y el matrimonio igualitario.
—No es deber de las iglesias intervenir en el ámbito político. Yo llamo la atención a sus autoridades para que permanezcan en el terreno religioso; porque si no, algún día se le va a ocurrir, por ejemplo, suprimir el divorcio o volver a aquella etapa en la cual los hijos fuera del matrimonio eran ilegítimos o las parejas no casadas no eran reconocidas. Si fuese por las iglesias, ninguna de esas cosas existiría. Los derechos civiles no alteran los derechos religiosos.
La ley educa, y desde su posición como suplente del diputado del partido Primero Justicia, Tomás Guanipa, Tamara pretende reivindicar el deber de los poderes públicos de instrumentar la ley para luchar contra la violencia, la discriminación y el bullying a la comunidad LGBTI, además de trabajar a favor de la igualdad de oportunidades.
—Hoy por hoy, en el siglo XXI, la violencia contra la mujer sigue siendo un problema. Aunque la mujer es igual ante la ley desde hace 40 o 50 años, actualmente no goza de derechos efectivos, iguales a los de los hombres.
Desde el hemiciclo o desde la calle, Tamara aspira a “llenar ese vacío en la cadena necesaria de transmisión, ser la voz entre las necesidades de la gente, los medios de comunicación y la Asamblea Nacional”.
El cambio social es mucho más lento que el cambio legal, pero sin el cambio legal no puede cambiar la sociedad. Por algún lugar hay que comenzar.